miércoles, 29 de abril de 2020

Las montañas nos devuelven nuestros propios ecos

La soledad se consume
en una espiral de tristeza,
no hay caminos de vuelta
para regresar de donde nunca llegamos a ir,
y así,
entre quizás y si síes
tropezamos tantas veces
que ya no sabemos salir
de aquí.

El tiempo se ha suspendido
en un pasado eterno,
y las montañas me hablan
y los valles me susurran,
el sol de otoño
que todo lo acuna.

Miro hacia atrás
y veo de donde venimos
y no puedo evitar sonreír con tristeza
ante todo lo vivido.

La soledad me consume por momentos
y cojo las fotos
e intento viajar por los recuerdos,
para encontrar el frío,
el calor,
el instante perdido.

A mil cartas de distancia
nos creímos dioses
con la oportunidad de soñar,

y ahora solo somos cenizas
tratando de no volar al viento,
para no desaparecer jamás.

La soledad se consume
y yo solo puedo intentar no ahogarme
en la tristeza
que son las ausencias
del azul en el cielo.

¿Qué haremos cuando queramos soñar?
¿Qué haremos cuando solo podamos soñar?

Subir la música,
abrir senderos
y caminar,
caminar,
caminar
deseando llegar al futuro que quedó atrás.

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