miércoles, 1 de abril de 2020

Escribiendo a Normandía: verde, nocturna, clara, cristalina.

Los campos, la noche, su silencio,
el cielo, las estrellas, el firmamento,
la brisa de invierno que hiela,
el vaho que cálido se condensa.

Las casas, los pueblos, la quietud,
el canto nocturno a contraluz,
el frío que se resquebraja azul,
la neblina distante que guía al sur.

Que calma que reina en los pueblos de la Normandía,
que invierno que se desteje sin saber a dónde iría,
buscando alojamiento a última hora del día,
tratando de tener refugio para la noche que rodea.

La playa, los búnkeres, las cruces, las dunas...
Las carreteras solitarias,
la oscuridad que aguarda,
la vida estrellada que se adorna en lo alto.

Mis pasos me llevan hasta ruinas,
murallas,
iglesias,
ríos escondidos en rincones lejanos.

Norias de tiempos olvidados.
Pasado presente, presente pasado.
Anotaciones en un papel emborronado.
Instantes que recuerdo como si nunca hubiesen pasado.

Me guía la noche, me guían los paisajes 
cotidianamente adornados.

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