domingo, 24 de octubre de 2021

Tejiendo cuidados en la distancia

No sabéis lo duro que es tener a todas tus amistades a más de 100 kilómetros de distancia. En la mayoría de los casos hablar de más de 500 kilómetros ya es poco... y eso si no llegan a los 1000 o 1500 kilómetros...
Y que cerca están las líneas rectas!
Y qué cerca están los recuerdos!
Y qué lejos están los abrazos cuando los necesitas... Las sonrisas cuando las necesitas... Las historias, las anécdotas, las risas... cuando las necesitas...

Cómo echo de menos poder improvisar planes, 
coger el móvil una mañana y escribirle por ejemplo a Mireia ¿haces algo hoy? Y que ella me diga que no, que tiene el día sin planes. Y entonces dejarme llevar por la amistad todo el día sin más preocupaciones que ser feliz.

Es duro tener a la gente que quieres tan lejos. 
La soledad que puedes a llegar a sentir es infinita.
Y ojalá un abrazo en momentos como estos.

A veces, cuando me despierto en medio de la noche, a eso de las 4 de la mañana (algo muy frecuente últimamente), me quedo tendido pensando...
pensando en lo que tengo,
en lo que quiero,
en lo que no tengo
y en todos esos puñados de sueños
pendientes por cumplir.
Es ahí, en medio de la noche, cuando echo a volar la imaginación y me imagino quedando
con la gente que me importa:
que por ejemplo estoy en Nantes y puedo llamar a Clementine
y que demos una vuelta
y estemos horas
y horas
y horas
hablando,
hablando de todo,
hablando de nada,
hablando de arreglar el mundo, de explorarnos interiormente, de cuestionarnos, de comprendernos, de abrirnos... de liberarnos
de todos nuestros miedos,
de abrir alas por nuestros sueños,
de sentirnos bien.
Y es que a fin de cuentas
en eso consiste todo:
en ser feliz.

Y yo echo mucho de menos no tener mis amistades aquí.


No sabéis lo duro que es tener mis amistades tan lejos.
No poder quedar en cada momento con Luis o con Silvia
o coger y viajar con Vero
y reír
y reír
y reír
hasta llenar el mundo de luz,
de calma,
de paz,
de felicidad,
y de libertad.

Porque cuando estoy con ellas
abro alas
y vuelo en calma y libertad.


Y ojalá poder verlas con mucha más frecuencia
porque qué feliz que seríamos!

Y como no puedo...
escribo.

Y para agradecerles todo
y salvarme a mí mismo
les abro los versos
y me baño en luz y felicidad.

Por ellas,
por ellas,
por ellas
y por mí
y por querernos
y por tenernos.

Y qué bonito es!
Y qué bonito es.

Y de verdad
qué bonito que es 
tener en mi vida amigas así.

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