lunes, 19 de diciembre de 2022

En este doloroso laberinto

Me encuentro muchas veces preguntándome qué podría haber hecho para evitar ser de esta manera, qué podría haber hecho para evitar encontrarme aquí...

Me entristece y me duele ser un inmenso pozo de lastimera vergüenza que siente dolor, de dolor que siente vergüenza al comprobar que nunca logró ser lo que esperaba. Solo una raya y otra y otra en el cuerpo, para ver así en algún momento logra brotar la sangre y su tenue calor impregna mi piel por unos instantes.

Ya no me lesiono, hace -creo- más de un año que no lo hago. No estoy seguro, estas cosas muchas veces son muy confusas. Y es que al final, en un ataque fuerte de ansiedad pierdes la mayoría de los recuerdos del momento, o confundes realidad y ficción, pensamientos que pensaste y crees que dijiste, cosas que dijiste y que crees que pensaste, imágenes, alucinaciones... un cúmulo de confusiones oscuras, como un torbellino, en el que ya no sabes qué es verdad y qué es mentira.
Por ejemplo, hay veces que tengo auténticas lagunas, días enteros en mi cabeza apenas existieron y en otras ocasiones el tiempo corrió tan lento que del shock mi cabeza decidió huir lejos. Supongo que en momentos así, encontrar una salida es urgente, de ahí las heridas que pueblan mi muñeca, ligeras, apenas perceptibles, hasta el punto de que nadie las ve. Pero yo sí. Yo sí sé que están ahí. Como un recuerdo constante de crueles momentos que sé que son reales, porque las cicatrices están ahí, palpables.

Pero como decía: hace mucho que no me lesiono. He podido irlo controlando. Aunque para evitarlo, cuando tengo un ataque de ansiedad fuerte, pienso una y otra vez en mi muerte. Como un bucle constante. Es una imagen clara, repetitiva. Un cuchillo afilado de cocina. Clavándomelo una y otra y otra y otra vez, sin cesar. Con fuerza. Con odio. Con desprecio. Sobre mí mismo. Y deseando que esa imagen mental sea real. A veces son tijeras también. Al final se resume en un objeto muy punzante y capaz de provocar mucho, mucho dolor. Con la esperanza de que así, el dolor físico acalle al dolor de mi interior.
Y lloro. Deseando morirme. Deseando suicidarme. Deseando estar solo en la vida para que de mi muerte nadie pudiera lamentarse. Y es que si estoy vivo es porque al final sé que mi muerte dolería a alguien. Si no fuese por esa gente, por no querer causarles dolor, me habría marchado hace mucho. Es irónico, hasta para la muerte no me siento libre.
Tengo deudas hasta en el infierno.
Y eso es doloroso.
Y triste.


*
* *
* * *
* * * *


Y es que muchas veces me encuentro preguntándome qué podría haber hecho para evitar ser así.
Y creo que es la gran pregunta en la que caemos todos.
Y al final
por más vueltas que le demos
no encontramos respuesta,

yo por lo menos,

no logro encontrarlo.
Puedo encontrar momentos en que por X decisiones
todo se complicó,
pero sería como rastrear media vida.

No encuentras salida al laberinto.

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