Las redes nos han redefinido:
construir nuevos espacios,
relacionarnos desde la no presencia,
desde el no contacto físico.
Huimos de lo profundo,
de lo cercano,
buscamos lo rápido
a golpe de clic.
Tener una respuesta
inmediata,
saber dónde estamos,
cómo estamos,
cuándo follamos,
cuándo será la próxima vez que nos veamos.
Crear vínculos afectivos desde la unión que nos separa.
Querernos lejos
porque cerca no sabemos.
Refugiarnos en quien tenemos al otro lado de la pantalla
¿Dónde estaremos mañana?
Nos queremos a nosotros mismos primero,
antes que querer a los otros,
porque yo,
solo yo,
y el individualismo.
Yo
como centro de todas las cosas.
Yo
como núcleo del universo.
Tejernos
sobre nuestro propio cuerpo
a través de una pantalla,
y así
ser frágiles y vulnerables
es más fácil
cuando podemos fingir
que el daño nos resbala.
Y es que solo sabemos refugiarnos en quien somos al otro lado de la pantalla.
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