hasta dónde soy capaz de llegar
mirando de frente a la ansiedad
y apartarla de un manotazo
-así de simple,
así de fácil,
como quien rompe cristales
en mil añicos
y los reflejos le muestran
mil partes diferentes
y ninguna a la otra iguales-.
Dar uno,
dar otro,
dar el siguiente paso.
Seguir subiendo,
seguir escalando,
entendiendo
dónde está el objetivo
que me he marcado.
Y subo
buscando el final,
siendo consciente
de que es en el camino
dónde debe residir la plenitud del instante,
la esquiva y efímera felicidad.
Y seguir,
sin mirar demasiado atrás,
para evitar el vértigo que este me pueda dar.
Solo seguir.
Solo soñar.
Buscando siempre cuál será el siguiente paso a dar.
Para llegar más y más allá.
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