viernes, 16 de febrero de 2018

Relente del tiempo (desquite primero)

Uno se propone cosas, pero no siempre se tercia todo como se ha previsto. Que bueno, que vale, que vamos viendo. Y así va discurriendo el relente del tiempo. Como una ráfaga de viento que intenta propiciar el levante que trae temprano de buena mañana el premeditado calor que llegará con el mediodía hasta ser un horno sofocante de altas temperaturas.

No es tan fácil sonreír y autoengañarse con la felicidad, tiene un no sé qué de duro rille rille con el calciforme hueso con toda su dureza y por más que rasquemos, no es fácil sacarle las cuatro perras que nos debe la vida por este mísero resistir de rutina. Las cosas buenas vienen de a pocos y bien escondidas, como esos paquetes que trae el cartero y se hacen esperar más que las Pascuas a los pasos de Semana Santa.

Esta tarde iré donde el azar en busca de los vuelos alzados, andaremos de estar al quite por ver si así conseguimos de una vez despistar a la tristeza y a la muerte, que como una sombra parece que trastabillea continuamente detrás nuestra, lo peor es eso: deja un rastro de muescas en el suelo con sus tropezones como si quisiera recordarnos continuamente cual es nuestro lugar y que ella siempre va a estar ahí por mucho que queramos evitarla. Habrá que resignarse. La Trufa se la huele a cada instante y a veces ladra al aire, a ver si se la lleva la espantada, pero ni así. Después resopla tumbada y se deja cabecear un rato por el sueño, ella es quien mejor sobrelleva la vida en este día a día.

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Hoy, no sé muy bien todavía el por qué, me dio por dibujar mandalas de colores. La dinámica es sencilla y consiste en dibujos en blanco y negro con los huecos a rellenar libremente, y el resultado, tras ir seleccionando los lapiceros, es una curiosa silueta llamativa y luminosa; es una forma de distraerse como cualquier otra, y al tiempo relaja, así que más no podemos pedir por tan poca cosa minchiña.

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Tengo la mesa hecha un cisco, habrá que ordenarla pronto si no quiero que quede todo tan desperdigado que luego sea imposible encontrar un mísero boli. No comprendo el motivo, pero los de color negro tienen predilección por extraviarse, se pierden sin que haga distinción alguna entre azul y negro, pero estos últimos al poco de usarlos no vuelven a aparecer hasta horas después en la otra punta de la casa. Ni que tuviésemos ratones que los secuestran. Tendré que comprarme un paquete con varios, porque esto no puede seguir así, que luego no tengo con qué escribir.

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