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La tarde se ha perdido entre amagos de ordenar papeles y ratos en los que ver a través de la ventana la lluvia que le ha dado por colarse con la galerna. Si es que estaba visto. Mucho había durado esta semana de calor sin que se formase tormenta. Y ahora no hay mucho más que hacer que observar la lluvia resbalar por los cristales de la ventana.
La Trufa anda mustia. Se ve que este tiempo no va con ella y procura salir lo mínimo para echar esa meadilla que necesita tres veces al día, como un escritor que suelta lo que guardaba durante horas hasta tener la tinta a punto y el papel blanco embadurnado con los garabatazos que le salen como le petan.
No parece que vaya a cesar de diluviar. Ni que anduviese Noé con su arca por ahí recogiendo animalillos. Así no hay quien salga a la calle ni haga mayor actividad que tumbarse en cama a escuchar los trenes ir y venir entre la cortina de agua. Mañana ya veremos si hay mejor oportunidad de salir de este encierro. Mientras tanto poco hay por hacer.
De los demás ni palabra. Andan más desaparecidos que la nieve en los meses de verano.
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