Te buscaba en medio del ruido,
en toda esa maraña de cruces de miradas,
de trenes que pasan para no volver,
de sonrisas con prisas que se olvidan de vivir,
de sueños envasados listos para repartir,
que equivocado estaba
buscándote
sin saber que era en el silencio de la poesía
dónde tú habitabas,
bajo esa realidad de caricias y abrazos
que construiste con mucho mucho cuidado.
Pequeños detalles para aderezar mis noches,
grandes esperanzas para inundar mi pecho.
Y fue entonces
cuando lo comprendí
que si podía vivir en tu mirada,
tu risa
y tus besos...
yo lo tendría todo,
todo,
para exprimir esta vida hasta el último minuto del tiempo de descuento.
Ganar,
porque en estos versos de dos
que me dibujaste como alas en la espalda,
solo se puede ganar.
Hasta el horizonte mismo,
hasta allí
donde todo se funde
como punto de fuga
en el que refugiarnos
al calor del atardecer.
Infinito,
eterno,
completo,
como nuestro amor
con aroma a salitre
y sabor libertad.
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