miércoles, 24 de octubre de 2018

A la vuelta de la esquina solo hay más de lo mismo

Ando por el barrio con las manos en los bolsillos y la mirada perdida, sigo hacia adelante porque no queda otra, porque la esperanza es lo último que se pierde -dicen- y yo, pues bueno, pues me aferro a eso, siempre es mejor que nada. Nada es caer irremediablemente al vacío y ahí no se esconde nada bueno. Créanme, sé de lo que hablo, he pasado tanto tiempo allí metido que he llegado a creer que sería imposible salir de ese pozo de oscuridad.

Que no tengo nada en contra de la oscuridad. Que conste. Que vaya eso por delante.

Pero cuando te has perdido tantas veces en ti mismo creo que va siendo hora de buscar un poco de luz. Pues todos sabemos que las tinieblas solo pueden reflejar, pero no iluminar.


Ando por el barrio con las manos en los bolsillos, el frío se filtra por los resquicios del abrigo y yo, subo hasta arriba la cremallera y me enfundo el cuello escondiendo la barbilla en la palestina rojinegra que llevo anudada de cualquier forma, como el pelo alocado en mechones que bailan al viento. Busco salida en cualquier vía de escape, pero las puertas de emergencia están cerradas y no queda otra que asumir y aprender a convivir con la cotidianidad diaria, a ver si así aprendo a eso que llaman vivir.

Que podría sentarme y ver la vida pasar.

Pero cuando lo has hecho tantas veces por incapacidad y no por decisión propia; si al final logras tener esa libertad de elección, como que prefieres seguir caminando antes que caer en lo mismo y olvidarte de como se hacía eso -caminar-.


Ando por el barrio con las manos en los bolsillos, la música en los cascos, y el eco de mis pasos reverberando por las callejuelas. Dejando tras de mí un rastro de vaho al respirar. El aire helado me eriza la piel y trato de acelerar suavemente el paso para entrar en calor. El frío; es todo cuanto queda cuando ya no hay motivos para seguir, para elegir, para soñar. Todo lo demás son vanas ilusiones de creerse que uno controla la partida; sin ser esto para nada verdad.

Que podría creerme libre. Que a veces hasta me lo creo. Que quede claro.

Pero cuando has comprendido ciertos aspectos de la realidad te das cuenta de que no todo es como te lo pintaron. Y a veces, por más que lo intentes, no queda otra que fracasar. Que eso no quiere decir que no lo intentes. Pero los hechos son otros. Y a base de golpes y caídas, las palabras entran mejor con sangre. Y cristales de espejismos astillados en las yemas de los dedos.


Ando por el barrio con las manos en los bolsillos y la mirada perdida, sigo hacia adelante porque no queda otra, porque la esperanza es lo último que se pierde -dicen- y yo, pues siempre he sido más de soñar y tratar de volar.

Aunque luego todos nos imaginemos el final de la historia.



* * *



Ando por el barrio.
Las manos en los bolsillos.
La mirada perdida.
Y el eco de mis pasos perdiéndose por los callejones solitarios.

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