miércoles, 3 de octubre de 2018

Gracias por el viaje. Es bonito, fácil y me hace feliz.

Tengo un cúmulo de presentes por si las dudas,
como esos pasados en que y si sí
y esos futuros en que y si no.
Y decenas y decenas de miradas hacia los lados
para ver dónde me encuentro ahora.

Las vidas no vividas se esconden en algún rincón de las paredes
y de la habitación cuelgan los recuerdos
carteles de otros tiempos
fotografías que te vigilan escrutinando
-mejor que tú mismo-
tus propios sueños.

Llegar a casa por las tardes con la rutina a cuestas
y dejarse caer con el libro ya listo sobre la almohada
es todo uno,
quizás el mejor remedio para el cansancio,
pero ya no se oyen tus pasos por el pasillo
y yo no estoy ya frente a esa ventana que tanto me ha inspirado.

Las vueltas que dan los años;
presente, futuro, pasado;
aún hay motivos por los que seguir.

Las estanterías se llenan de tus ausencias
y más cerca no significa más tiempo,
echo de menos ese rincón en el que acariciarte
y desvestirnos las ganas para hacernos infinitos
y -todo lo que tú ya sabes- durante un breve instante eterno.

Que sonrisas hay para largo,
-eso ya lo sé-
y esperanza se pinta de otoño en tu mirada,
pero a veces desearía retroceder un poco
y recuperar lo perdido.

Lo siento,
se me ha caído un poco de melancolía por la mejilla,
en seguida me recupero.

No te vayas de mi vida,
-si quieres, claro-
porque libertad se escribe en tu espalda muy bien con mis dedos.

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