Tengo un cúmulo de presentes por si las dudas,
como esos pasados en que y si sí
y esos futuros en que y si no.
Y decenas y decenas de miradas hacia los lados
para ver dónde me encuentro ahora.
Las vidas no vividas se esconden en algún rincón de las paredes
y de la habitación cuelgan los recuerdos
carteles de otros tiempos
fotografías que te vigilan escrutinando
-mejor que tú mismo-
tus propios sueños.
Llegar a casa por las tardes con la rutina a cuestas
y dejarse caer con el libro ya listo sobre la almohada
es todo uno,
quizás el mejor remedio para el cansancio,
pero ya no se oyen tus pasos por el pasillo
y yo no estoy ya frente a esa ventana que tanto me ha inspirado.
Las vueltas que dan los años;
presente, futuro, pasado;
aún hay motivos por los que seguir.
Las estanterías se llenan de tus ausencias
y más cerca no significa más tiempo,
echo de menos ese rincón en el que acariciarte
y desvestirnos las ganas para hacernos infinitos
y -todo lo que tú ya sabes- durante un breve instante eterno.
Que sonrisas hay para largo,
-eso ya lo sé-
y esperanza se pinta de otoño en tu mirada,
pero a veces desearía retroceder un poco
y recuperar lo perdido.
Lo siento,
se me ha caído un poco de melancolía por la mejilla,
en seguida me recupero.
No te vayas de mi vida,
-si quieres, claro-
porque libertad se escribe en tu espalda muy bien con mis dedos.
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