viernes, 23 de noviembre de 2018

Con un tiro en la nuca... para aquel que se lo aprieta

Escribo. Escribo siempre que puedo, porque no sé hacer otra cosa, porque es lo único que sé hacer. Escribo y no ceso en el intento de escribir, aún cuando la inspiración se ha marchado lejos y las letras que recorren estos renglones me resultan tan ajenas como una noche sin luna que reflejarse sobre las olas de San Amaro.

Escribo. Escribo solo para salvarme. Escribo solo para vivir. Escribo porque es uno de los pocos motivos por los que seguir. Escribo. Escribo. Escribo por ella, por ti y por mí.

Escribo. Escribo a pesar de que cada día me reconozco menos en mis poemas. Escribo a pesar de que no me veo reflejado en estos versos. Escribo. Escribo porque no queda otra. Escribo porque es lo que tengo.

Escribo. Escribo una y otra y otra vez, como un viajero desorientado que no sabe llegar a ninguna parte. Escribo como un autómata que trata de adaptarse al frenético ritmo vital que es la existencia. Escribo. Sí. Escribo

Escribo.

Y los dedos sepultan cada una de las teclas.

Escribo.

Y el silencio se abre paso por los rincones de mi pecho.

Escribo.

Y los murmullos atormentan a mis pesadillas.

Escribo.

Y el vacío me apelmaza la mente por dentro.

Escribo.

Escribo.

Escribo porque es lo único que sé hacer.

Escribo porque es uno de los pocos motivos por los que sigo.

Escribo solo para salvarme.

Escribo para resistir al destino.

Escribo.

Escribo.

Escribo.


Escribo
para mantenerme en pie
y tratar de aferrarme 
a la emoción de estar vivo.
Escribo.

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