Todo da vueltas a un ritmo frenético. La rutina se sucede precipitadamente en un ir y venir de clase y llevar al día los deberes y exámenes. Por otra parte tratar de gestionar los pequeños proyectos literarios en los que me atrevo a embarcarme en este maresme inestable que es el océano de dudas e inseguridades. Un par de horas libres para desconectar. Y otra vez volver a empezar.
En gran medida es ese el motivo por el que últimamente aparezco tan de vez en cuando por aquí, si me despisto acabaré pareciendo el Guadiana. Y eso, un poco eso, la rutina. Y dar vueltas a qué hacer en el futuro ¿aquí? ¿allí? ¿dónde está a corto plazo mi sitio? No lo sé muy bien, por eso lo busco, me busco, escribo, y cuando puedo saco tiempo para hacer las cosas que me hacen feliz.
En tiempos de ritmo frenético lograr conciliar supervivencia laboral con cuidados es un acto revolucionario. Tratar de cuidar a quien tenemos cerca, a quien nos cuida, a quien nos importa, y a nosotros, eso también. No es fácil sacar tiempo en las escasas 24 horas que tenemos cada día para compatibilizar trabajo, formación, descanso y cuidados. No es fácil. Por eso lograrlo es casi un acto heroico del que sentirse orgulloso.
Todo da vueltas a un ritmo frenético. Y aún así logro aparecer por aquí muy de vez en cuando y soltar una de mis parrafadas en forma de textos o rimas y versos. Y bueno. Trato de hacer lo que puedo. Abrirme en canal y explorarme por dentro. En gran medida escribo por eso. Por mí y para mí. Ya lo dije alguna vez, solo la poesía puede salvarme, del mundo, del sistema, del tiempo. Y escribir. Escribir. Escribir. Por mí y para ti. Por ti y para mí. Por nosotros. Por el futuro de felicidad que te prometí tratar de alcanzar.
Escribo por ti y por mí y por ver más cerca esa libertad que soñamos con algún día alcanzar.
Por todo eso.
Porque resistir es poesía.
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