Con el tiempo, la soledad se te mete dentro y no se va.
El juego del ángel (Carlos Ruíz Zafón)
Nunca sé cómo comenzar un poema,
tampoco cómo terminarlo.
Llega un punto en la vida en que caminas por inercia,
supongo que lo demás es más o menos igual,
escribir
con la locura atenazando cada uno de los versos
y la sangre martilleando la mente
tratando de hallar salida
a este laberinto
del que no existe forma de escapar.
Le miré
y vi que su sonrisa prometía un paraíso perdido.
Toda una vida se escapa entre los dedos
cuando los relojes ya se han detenido
y la eternidad
es nada para los mortales,
y nosotros solo somos seres
que se consumen como velas y candiles ardiendo
afanados por perpetuarnos en el tiempo
cuando el instante robado es lo único que nos queda.
Con esa ira salvaje del que se sabe ajeno a si mismo
he devorado la vida furtivamente,
como la noche que se esconde y es refugio para la soledad,
como los gritos en la madrugada
que nadie jamás escuchará.
Y ahora ya no tengo a dónde ir
en este juego de luces y sombras.
Los niños que fuimos ya han muerto,
y todos los imperios han caído.
Solo somos ruinas de otra época
esperando a ser descubiertas
antes de que sea demasiado tarde.
Polvo.
Eso somos.
Polvo en el aire.
No nos pertenecemos,
y furiosos,
tristes
y dolidos por ello,
nos arrebatamos entre líneas y versos
tratando de escribir algo a la noche,
tratando de robarle la chispa a la vida,
tratando...
de lograr algo que resulta completamente imposible
y lo más patético es que lo sabemos.
En esta noche ya no hay dios,
ni patria,
ni banderas,
no hay vida,
no hay prisa,
no hay muerte,
solo queda un constante y eterno silencio
que deja margen para los gritos lastimeros que nos traen la madrugada.
Adiós
mi existencia,
adiós
mis amigos,
adiós
mi lenta agonía,
adiós
a todo lo que un día fuimos vivos.
Adiós
mi existencia,
adiós
mi dolor,
adiós
mi esperanza,
adiós
mi país.
Adiós
dulce balada de terror
en la última luz de la noche
de este baile de olvido y destrucción.
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