jueves, 22 de junio de 2017

Jugamos, tropezamos, perdimos y nos caímos; y a pesar de todo, aún resistimos

Jugamos a las cartas más rápido que nuestras prisas,
escapábamos de la vida más allá de lo que nos permitían nuestras piernas,
nunca supimos dónde estábamos,
a dónde íbamos,
ni qué buscábamos,
pero por algún motivo seguíamos, como si el caminar sin rumbo fuese mejor que quedarse sentado esperando a ver como todo pasa de largo.

Tropezamos con las piedras más de dos veces,
tres, cuatro, e incluso cinco, (desacertadamente),
hasta que terminábamos por recogerla, guardarla en un bolsillo y llevárnosla para casa,
donde la colocaríamos sobre alguna repisa que nos permitiese seguir viéndola el resto de nuestros días,
recordándonos, que entre toda nuestra mierda, siempre hubo un mismo bache que nos hacía caernos continuamente. Parece que esa ironía nos excitaba sobremanera, o por lo menos nos hacía sonreír con desidia.

Perdimos la cuenta de las veces que nos masturbamos en soledad,
frente a un negro vacío que no dejaba de consolarnos,
conscientes de que sí queríamos había un final a tanto sufrimiento, aunque supiésemos que la valentía era cosa de otros,
y nosotros,
solo eramos unos desgraciados sin más suerte que la que nos vino a cuentagotas en la partida de nacimiento.

Caímos de las nubes cuando intentábamos tocar el cielo,
tampoco es que aquello fuese sitio para nosotros, pero a algún lado había que dirigir las elecciones del día a día,
y por lo que dicen en los comentarios de todas las webs de turismo,
el infierno no es muy recomendable en esta temporada,
demasiados demonios,
demasiados castigos,
demasiados fuegos que supuran como si todavía estuviesen abiertos.

¿Y ahora qué?
Nos preguntamos a cada hora frente al espejo,
¿y ahora qué?
como si nuestro reflejo siguiese siendo nuestro y contuviese en su fuero interno colecciones de todas las respuestas que yo no poseo,
¿y ahora qué?
abro los libros, los apuntes y los cuadernos asumiendo que ni yo, ni Escandar, ni los maestros sabemos que hacer con todo este puñado de dudas ardiendo.

¿Y ahora qué?
Pues ahora,
bueno,
seguir, asumir, y aguantar durante el tiempo de descuento.

Que el combate va para largo y yo, si escribo, todavía entre estertores resisto al destino.

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