como gritos en el vacío,
las huellas se borran como si no hubiese forma de mirar atrás,
la partida se acabó hace rato
y ahora solo quedan miles de tiradas a los dados,
como si eso fuese a servir de algo.
Los caminos perdidos son solo ficciones en la nieve,
marcas en la arena que se lleva la marea,
caras sin sentimientos ni ideas
que te invitan a formar parte de los demás
intentando que dejes de caminar,
a ver si así dejas de molestar.
Los perdidos ríos sonríen como si el tiempo no fuese conmigo
y aunque me siento muerto
todavía tengo que seguir
como si hubiese alguna oportunidad para el acierto,
como si quedasen palabras con las que componer un lienzo,
como si, de alguna forma, hubiese sensaciones y porvenir en el fugado sino que se alía con el viento.
Los ríos malditos se confunden con el destino
y Caronte ya no quiere llevarme
como si no fuese de recibo al otro lado,
y con cuidado,
me escondo en los poemas nunca pronunciados,
en los libros nunca soñados,
en los miles de recuerdos que atesoro aunque nunca pueda volver a verlos,
y mucho menos llegar a tocarlos con los dedos.
Los malditos gritos lo destruyen todo por dentro
como un eco lejano que no deja rumbo fijo,
ni piedra en pie,
ni corazón en el pecho,
y a tientas y con los ojos vendados con miedos,
intento pisar firme aunque ya no queden templos en los que pararme a rezar por los demás,
ni por mi mismo.
Los gritos de los pasos, tiñen las paredes de fracasos,
como lemas sin letra pequeña que afirman lo que firmamos a prisas y como ciegos,
que el futuro lo devora todo
como un pasado que se revuelve en el lodo,
como un murmullo que se retuerce entre escarmientos,
como besos que se deshacen entre las olas del inmenso océano de vanos intentos.
Los pasos del camino se pierden entre los senderos comenzados por uno mismo
como gritos en el vacío
las huellas se borran como si no hubiese forma de mirar atrás,
la partida se acabó hace rato
y ahora solo quedan miles de tiradas a los dados
como si eso fuese a servir de algo.
Y el presente se convierte, como siempre, en un bucle constante que te devora sin aviso,
como una serpiente que se muerde la cola,
a ver si ahora,
ya no quedan palabras por decir,
besos que dar,
ni viajes por los que escapar,
en busca de algo,
algo que siempre existirá más allá y por lo que vale la pena soñar.
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