sábado, 3 de junio de 2017

Llegó, a lo largo de toda su vida, con tres heridas, a las que dio voz con todo su amor antes de que la muerte llegase para llevarse sus días sin razón

Llegó con tres heridas
por bandera,
una en la frente,
otra en la espalda,
y la última y más profunda,
en algún rincón de su alma.

Llegó con tres heridas,
con tres cuchilladas certeras
que marcaron el tiempo que pasaba a lo lejos,
mientras el viento del pueblo
se llevaba todos los rayos a algún lugar donde todo cesa.

Llegó con tres heridas
y la mirada nublada,
el amor destrozado a kilómetros de distancia,
la cárcel en su corazón y la prisión
en lo más hondo de todas sus ideas.

Llegó con tres heridas
y el puño sangrando
entre las trincheras como la poesía
entre cunetas de olvido y visiones muertas,
con campos inundados
de desesperadas imágenes de agonía,
de horror,
de olvido,
de terror.

Llegó con tres heridas,
y aunque todavía quedaba vida,
¿qué vida quedaría sin la libertad para vivirla?
¿Dónde está la esperanza
cuando la sangre que nos baña las entrañas
es mucho mayor que cualquier victoria derrotada
que hubiésemos podido aspirar a alcanzarla?

Llegó con tres heridas,
la muerte de la vida
que se escapaba como el amor,
la muerte del amor
que reconstruía legados de vida,
la vida del amor
que se confundía con la muerte del día a día y de la razón.

Llegó con tres heridas,
con las fuerzas rendidas,
con la fe desaparecida,
con la memoria del perdón en algún paredón perdida.

Llegó con tres heridas,
con tres heridas llegó,
y mientras todo lo soñado murió,
el amor de su vida seguía esperando a que ganase la batalla al dolor.

Llegó con tres heridas,
con tres heridas llegó,
una por bandera en su mente,
otra física en su voz,
y la última
y más profunda
en algún rincón de su corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario